• FOBIA A LOS PERROS – Madre en apuros

¿Os acordáis de éste blog?

Las circunstancias han cambiado y a mejor.

Hace un año y medio casi, en Noviembre de 2021, un cachorro vino a nuestras vidas. Tengo que decir, que no estaba de acuerdo con adoptarlo pues tener un perro, una mascota cualquiera que sea, supone una responsabilidad. Dicho ésto, tampoco es lo mismo, un perro, un gato, un loro, un pájaro, una tortuga, un pez…etc. Los cuidados, darles de comer, o dejarlos cuándo tienes que marcharte de viaje, etc, son similares, pero no iguales.

Está claro, que puedes dejarlos en compañía de un familiar, de un amigo, decirles que se pasen por casa y vean si están bien, que les pongan comida o saquen a pasear. Pero al final, es tu obligación, y no todo familiar o amigo, está dispuesto a quedarse al cuidado de una mascota. Menos un perro, que al final, depende de salir a pasear, de comer o de que lo cuiden si es cómo el nuestro un cachorro de un año.

El caso es, que cuándo mi cuñada nos dijo que un tío suyo, tenía una camada de 4 perros, y que no los quería y no sabía qué iba a hacer con ellos, mi marido, que andaba ya tras uno, no dudó en decirle sí. Yo, no lo tenía claro. Al final, son gastos de veterinarios, vacunas, el chip, si se ponen enfermos, etc. Y, en nuestro caso, que es pequeño, dónde dejarlo si te marchas de viaje.

Está claro, que hay «guarderías» caninas, pero da lástima, pensar que dejarlos allí, aún estando bien cuidados, piensas que él, estará pensando que lo abandonas. Verá pasar días, y días sin que aparezcas a recogerle. Y nuestro cachorro, es demasiado dependiente de nosotros, y creo que sólo pensar en dejarlo me da muchísima pena.

Ryder, que así se llama por la Patrulla Canina, tras debatir varios nombres, es cariñoso con todo el mundo. Da igual quién venga, él los recibe sumiso, moviendo la cola, y lamiendo sin parar manos, cara, lo que pille a su alcance. Es muy fiel, y a mis hijos los quiere con locura.

Lo acogimos con unas semanas, y nos levantábamos para darle el biberón. Dormía junto a nuestra cabecera, porque si se levantaba se perdía por la casa. TEngo que decir que es negro, y apenas todavía me cuesta saber dónde está en la oscuridad.

El caso es, que hice noches de guardia en el comedor, y le poníamos «barreras» para controlar dónde iba si se despertaba y nosotros dormíamos. Luego lo pasamos a la habitación, y le poníamos en su cama, pero nada, que se despertaba, y comenzaba a caminar, a hacerse pis por dónde pillaba (me ha hecho polvo una alfombra), y vaya, unos meses de mucho lío porque cómo un bebé humano, a los animales, también hay que enseñarles a todo.

Hoy día, entra y sale por la puerta que mi marido le hizo en la de nuestra casa. En días soleados, apenas sabemos de él, porque se pasa el día fuera tumbado, paseando (vivimos en un campo). Eso sí, le encanta jugar, y nos trae la pelota, o llora para que le hagamos caso. Y si llueve o hace frío, se cobija sobre las piernas de mi marido (que trabaja en casa), y de allí no sale en toda la mañana.

Cuándo llegamos a casa mis hijos o yo, nos hace una «fiesta», increíble de lametones, y de correr de un sitio a otro moviendo la cola en señal de alegría. Salta y salta de contento por vernos. A veces sólo han pasado unos minutos, otras horas. Sea el momento que sea, él siempre nos demuestra su cariño.

En el blog de fobia a los perros, no exageraba en absoluto. Mi hijo mayor, todavía hoy, se aparta de aquellos perros que no «conoce», pero al menos, no huye despavorido. No los toca, no se fia todavía de ellos, tampoco hace mal, porque es cierto, que no sabes cómo reacciona cada perro.

Cada mañana Ryder, corre al encuentro de mi hijo mayor. Al pequeño, lo embadurna de lametones. Mira que le gusta tirarse al suelo y que Ryder le lama y lama. Pero es al mayor, al que espera en la puerta de la habitación a que se despierte, y va tras él al sofá, y se tumba a su lado, hasta que vamos al colegio.

He descubierto en mi hijo mayor, que quiere a su perro. Sólo a él, de los demás no se fía, cómo he dicho. Pero, QUIERE a su perro. Lo cuida, le dice palabras de cariño, y aunque a penas juega con él, le demuestra que lo respeta y cuida.

A día de hoy, lo queremos muchísimo. Siempre le digo «te doy besitos, te hablo, te achucho…pero lo negaré ante cualquiera que me pregunte si te trato cómo a un humano»…jajaja!. En serio, al final, todo aquello que decías no harías, lo haces. Le hablas, le riñes, le das besos, le cuidas cómo a un miembro más de la familia.

Sí es verdad, que ahora, planificar una salida, es en torno a «admiten animales», ya sea hoteles (cómo éste verano en Cantabria), casas rurales, lugares qué visitar, etc. Está claro, que ni museos, ni espacios cerrados qué se pueden visitar, cuevas, por ejemplo, dejan animales. Es complicado salir de viaje. Y, creo que nos vamos a perder lugares qué quiero visitar. Si lo llevamos, alguno debe quedarse fuera, cómo ocurrió en Cantabria, primer viaje con Ryder y mi familia. Aún al aire libre, tienes que preguntar si puede estar tú perro.

Luego, sí es cierto, que si miras por internet, empiezan a admitir mascotas en muchos lugares, incluso en centros comerciales. Eso sí, sin pasar a tiendas o los lugares de restauración. Pero, insisto, que es complicado salir de viaje con mascotas.

Hemos decidido tener un miembro más en la familia. Quererlo, cuidarlo y respetarlo. Dicha aceptación, supone una obligación para la familia de no dejarlo sin más en cualquier lugar o con cualquier persona, por el mero hecho de querer disfrutar de lugares dónde ellos no son admitidos. El debate existirá siempre ¿mascotas sí, mascotas no?…

Nosotros hemos votado SI.