El año pasado, tras meditarlo mucho, decidí que ya sería el último que dejaría pasar sin haber hablado con mi hijo mayor de 11 años sobre la existencia o no de Papá Noel, o los Reyes Magos.

Suena muy desalentador. Algunos me dirían «deja que se dé cuenta sólo, qué disfrute de éstos momentos, no le robes la magia a la Navidad, etc». Pero, es que yo, no creo en la magia de la Navidad, ni creo nunca he creído que un ser mágico montado en un trineo repartiese regalos durante una noche por las chimeneas. Ni que tres Magos llegados de oriente, con camellos incluidos, repartiesen miles de regalos por toda España, también en una sóla noche.

Bueno, vale, quizá durante un tiempo quise creerlo y le dejaba las típicas galletas y leche a los camellos, pero me duró poco (Vivía en un séptimo piso, ¿de verdad iba a creerme que los camellos llegaban hasta mi balcón?).

Una mañana, me levanté para ver los regalos, y ¡sorpresa!…no estaban.

Me volví a acostar, cómo si nada. Y al cabo de diez minutos, vi cómo mi madre se levantaba y los ponía en una habitación. Aquí, se acabó el mito y la magia.

Magia tampoco, porque mi familia de clase media-baja, hacía lo que podía por darme al menos dos regalos. Me he conformado siempre, nunca he escrito una carta, nunca he exigido más de lo que sabía que podían permitirse, ni tan siquiera cuándo eran los Reyes Magos los que se suponen me los traían.

Porque otra cosa; una vez, llegué a pensar, que los padres compraban los regalos, y se los llevaban a los Reyes Magos para repartirlos. Por eso, siempre he sido tan consciente de hasta dónde mis padres podían permitirse regalarme.

Ahora, con mis hijos, intento hacer lo mismo. Reciben multitud de regalos. Todos dicen «es un día de magia», y les da igual gastarse 300 o 400 euros en regalos: «para eso trabajo», «es mi única hija», etc. …Sin darse cuenta, que cuándo todo acabe, habrán recibido unos 20 regalos de media entre Reyes Magos y Papá Noel, y de esos 20 regalos, si juegan con 5 de ellos, será un milagro.

He llegado a guardar hasta 5 regalos, intactos, sin abrir, y dárselos para un cumpleaños o cualquier otro día especial, y no se han acordado de que los habían recibido en Navidad.

También es cierto, que eran pequeños. Evidentemente mis hijos de 11 y 6 años, ya no pueden ser engañados. El mayor, recuerda perfectamente cuándo y quién se lo ha regalado, y el pequeño, no recuerda, pero los abre todos sin mediar palabra. No da opción al engaño.

No obstante, y volviendo a mi hijo mayor, os diré cómo fue mi conversación con él.

Miré antes por internet, leí y releí información psicológica. Ví relatos cortos dónde explicaban quienes de verdad eran los Reyes Magos o la existencia de Papá Noel, y mentalmente fui preparándome para hablar con él.

Realmente nunca ves el momento. Ya digo que yo no creo en la Navidad, odio esas reuniones familiares dónde tienes que poner buenas caras, dónde te reúnes con las mismas personas que ves un fin de semana cualquiera. ´Dónde parece que sólo se come durante esos días. Y dónde los regalos parece que nunca se agotan, que son cómo emergidos de una especie de bola mágica.

«La ilusión del niño al ver el juguete, no tiene precio»…

¿perdón?…tiene uno, y en los tiempos que corren, no hay muchos por menos de 10 euros.

Ahora viene el término «tacaña» ´´o «El Grinch», cómo me llama mi marido.

Puede que sí, soy Grinch. Pero a diferencia del personaje, que no tenía familia, y quizá eso le hacía ser tan distante y grosero. Yo, gracias doy, de que tengo a mi familia, a la que cómo digo veo cuándo quiero. Y, si quiero organizar una fiesta, no necesito la Navidad cómo excusa. No necesito la Navidad para juntarme con amigos o familiares.

Me encana regalar fuera de épocas marcadas de rojo en el calendario.

Pero, sigo desviándome del tema.

Fue el 1 de agosto. Nos sentamos en un banco que tenemos en casa, cerca de sus columpios. No estaba mi hijo pequeño, así que, aproveché, y le pregunté:

-¿qué piensas de los Reyes Magos y Papá Noel?

-que no existen.

Fue una respuesta sin pensarla, directa y me pareció incluso que estaba necesitado de decirla. No dudó.

-¿desde cuándo lo sabes?

-bueno, el año pasado os vi salir muy rápido de casa, y al rato volver diciendo que había regalos fuera. Estaban todos cómo muy ordenados, y vosotros ahí fuera,…fue algo raro.

-(me reí)bueno, es que ya eres mayor, y al final todo se sabe. Lo único, que espero que guardes el secreto por tu hermano.

-sí, sí, no te preocupes.

Bien!!!. Me alegré tanto. Al final, mi hijo va a tener sus regalos. Va a tener su momento de diversión, fantasía y magia. Es la misma, sólo que la diferencia de ser mayor.

Lo siento, pero soy así. No creo en fantasías. Y lo paso fatal, cuándo veo al final de las Navidades el comedor lleno de juguetes nuevos, que se juntan con los que ya teníamos, y que siguen siendo nuevos.

Me encanta verles felices. Pero tengo otras maneras de verles sonreir: les hago cosquillas, les cuento chistes, les leo cuentos, jugamos a la pelota, en la piscina, paseamos juntos, saltamos en la colchoneta, vamos al cine, a la biblioteca, alguna excusión, algún viaje…

No quito la magia a la Navidad, respeto y mucho a las personas que la viven al máximo con villancicos, con reuniones maxi familiares, con sus manteles y polvorones, con su árbol y belén, con las típicas compras navideñas para toda la familia, con comidas copiosas y cenas hasta las mil…

Sí, por supuesto que me incluyo dentro del grupo de las mamás organizadoras: coloco mi árbol, adornos, luces, etc. Nos reunimos con los familiares y amigos. Un mes antes compro ya regalos para mis hijos y sobrinos…, pero, no por propia voluntad, sino reflejo de lo que quieren los demás ver en mí.

Supongo que si algún día mis hijos tienen familia (marido, mujer, hijos, perros…jajaj)… me encantará reunirme con ellos alrededor de una mesa, y si además incluyo a mis padres (que serían muy mayores) y a mi hermana y sobrinos con sus respectivas familias (que espero la tengan)…entonces, y sólo entonces…ya podremos hablar de la magia de la Navidad.

Porque será mágico seguir todos unidos, y además agregar nuevos miembros, y que todos nos llevemos bien.

Al final, yo siempre digo, que la Navidad, es mágica para aquellas familias que no se ven durante un año, o a veces más. Que se reúnen después de mucho tiempo sin verse. Es mágica porque eligen ése día festivo, para celebrar un encuentro que llevaban esperando años.

Se pueden elegir otros festivos, pero hay veces que el trabajo impide poder elegir.

Mi resumen es, que quería hablar de cómo le dije a mi hijo que los papás somos los «seres mágicos». Pero, qué fue él, quién me dijo «sé que la magia la hacéis vosotros».

No necesitamos una Navidad para crear magia. Ésa es mi conclusión.